Por si no lo habías notado soy una persona de mente inquieta y todoterreno.
Mucho.
Mi mente me permite encontrarle el lado apasionante y entretenido a casi todo.
Esto tiene una gran ventaja:
Me resulta dificilísimo aburrirme.
Pero también una enorme desventaja.
Y es que hay una actividad ahí dentro que no para nunca.
Como tengo todo el rato la mollera atiborrada de ideas, una manera fácil que encontré de ponerle orden al caos fue comenzar a escribir.
Descubrí 3 cosas:
1. Que soy una escritora de novelas bastante del montón. No es que fuera ninguna sorpresa, pero me dolió un poquitín en mi delicado ego de empollona.
2. Que soy muy buena escribiendo textos de venta, porque, para vender, no hace falta escribir literatura. De hecho, la escritura persuasiva es un universo en sí misma, con sus propias normas para atraer la atención y generar deseo en el que lee.
3. Que mi batiburrillo mental me hace capaz de dibujar imágenes muy concretas, experiencias y emociones, en la mente de las personas. No sé tú, pero a mí eso me parece muy top.
Así que me hice copywriter.
Básicamente, a lo que me dedico es a convertir negocios normalitos en bestias pardas de la rentabilidad, con una personalidad arrolladora.
(La personalidad se la damos tú y yo juntos a tu negocio.
La tuya tienes que traerla de casa.)
¿Qué cómo se consigue?
No es nada sofisticado.
Básicamente, lo que hago es:
Jugar con las palabras para que la comunicación con tus potenciales clientes sea impecable y rentable.
Las dos cosas.
Impecable.
Para que os entendáis a la perfección y les guste lo que dices.
Y rentable.
Para que compren.
Y meterle mano a tu materia gris para romper todos esos esquemas mentales limitantes y anticuados, que están impidiendo que tu negocio se desarrolle sano y próspero.
Para que, lo que sea que vendas, se quede pegado en la mente de tus compradores con la misma eficacia con la que se pega un chicle en el pelo de una niña, una tarde de otoño en el patio de un colegio cualquiera.
Me alucina analizar, probar estrategias y deconstruir negocios.
Y así, transformarlos en algo vivo, que anda y habla por sí mismo.
Algo que se comunica de una forma muy personal e íntima, con tus potenciales clientes, de manera natural.
Algo que apela a las emociones, a los sueños y deseos, a las posibilidades que tu producto o servicio les ofrecen.
También envío emails.
Todos los días, o así.
Si eres de los que lo dejan todo para mañana, mejor no te suscribas, que se te van a acumular.
En estos emails comparto contigo claves y estrategias para que conectes con tu negocio y con tus clientes de una forma personal, honesta y humana.